La crisis sanitaria del Covid-19 ha causado lo que se presume podría ser una de las mayores crisis económicas de nuestra Historia. ¿Podría significar una catástrofe económica para México?
En el año 2019 surgió en China un patógeno respiratorio de tipo Coronavirus, en la ciudad de Wuhan. En todo el Mundo, ningún gobierno, especialista o inversionista concibió la posibilidad de que este nuevo patógeno tuviera las posibilidades de convertirse en una pandemia global que pudiera impactar severamente a los ámbitos políticos, económicos, sociales, culturales y religiosos de todos los países del Orbe. Y, sin embargo, el día de hoy, en este año 2020, vemos con temor y congoja que las más protervas y disruptivas potencialidades de una pandemia se han materializado, con implicaciones negativas para todos los ámbitos descritos. Sucesivo al ámbito social, en el que las implicaciones de la pandemia han sido trágicamente copiosas defunciones, el ámbito económico es el que ha tenido mayores afectaciones. En efecto, con el propósito de prevenir contagios generalizados y preservar la capacidad de los sistemas de salud, la gran mayoría de los países han adoptado medidas de aislamiento social. México no es la excepción. Sin embargo, las implicaciones económicas para nuestro país han sido particularmente negativas. ¿Tienen el potencial de causar una catástrofe para la economía mexicana?
Remitiéndonos al contexto que antecedió a la crisis del Covid-19 en nuestro país, es necesario puntualizar que, como consecuencia de diversas decisiones tomadas por la administración del Presidente AMLO, el estado de nuestra economía era precario. Técnicamente, nos encontrábamos en un estancamiento económico profundo. Muchos factores se conjuntaron, aunque la gran mayoría de los analistas concordaban que eran todos autoinfligidos.
Así, por las equivocaciones del Presidente AMLO, nuestro país se encontraba económicamente susceptible en el momento en el que el Covid-19 arribó. Para este momento, la gran mayoría de los países, especialmente en Asia, Europa y Norteamérica, enfrentaban los efectos devastadores de la crisis. En términos económicos, las medidas de aislamiento comenzaban a paralizar y contraer a las economías, las cadenas de suministro sufrían disrupciones, la crisis de liquidez se acentuaba, para consumidores y productores, y la creciente recesión se expandía por todo el Orbe. En términos bursátiles, ante la creciente incertidumbre, los inversionistas reaccionaron con pánico y reformularon sus inversiones a bonos gubernamentales. Y, en especial, bonos emitidos por la Reserva Federal de los Estados Unidos. Conjuntamente, las empresas comenzaron a demandar dólares americanos de manera acelerada para poder adquirir certidumbre financiera. Así, el dólar americano se apreció frente a las demás monedas del Mundo. El peso mexicano no fue la excepción y sufrimos la mayor devaluación frente al dólar de nuestra historia. La crisis se exacerbó con la guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudita que, pese al acuerdo reciente de la OPEP+, ha provocado la mayor caída en los precios del petróleo en la historia, incluso a niveles negativos. En algún punto, los contagios se dispararon en nuestro país y las medidas de aislamiento social hubieron de ser implementadas y extendidas por meses. Las actividades juzgadas no esenciales fueron suprimidas y sectores completos de la economía paralizados. Con el creciente deterioro del panorama económico, las calificadoras redujeron la calificación crediticia de México y de Pemex.
El conjunto de lo anterior ha propiciado una contracción severa de la economía, con pronósticos de contracción severos, como el del 6.6% para 2020 aportado por el FMI. La demanda de los consumidores y sus ingresos, la producción de las empresas y sus ventas y la inversión empresarial han decrementado drásticamente. La rentabilidad disminuye y el endeudamiento incrementa hasta que se vuelve insostenible de manera generalizada en el sistema financiero. Existe una crisis marcada de liquidez. El crecimiento de los salarios se ha contraído. Sectores de la economía, como los servicios, el turismo, y copiosas industrias “no esenciales” se han paralizado. El desempleo ha aumentado dramáticamente. Las inversiones han abandonado nuestro país. Las importaciones y exportaciones han sufrido severas disrupciones y el abastecimiento de diversos productos se ve comprometido. La inflación sufre presiones contrarias y se vuelve incierta. El peso mexicano continúa devaluándose y las tasas de interés se reducen desesperadamente. La recesión se acentúa a cada día. Las pérdidas crecen y las quiebras se vuelven comunes.
El desafío de esta crisis es formidable. Es necesario un programa de estímulo económico extraordinario para preservar el funcionamiento de la economía. La supervivencia del sistema productivo nacional y de millones de mexicanos depende de ello. Ya comienza a manifestarse el hambre entre los más vulnerables. Un modelo para replicar es el implementado por Estados Unidos y el resto de los países del Mundo. Está en las manos del Presidente el prevenir de esta crisis una catástrofe económica y humanitaria.
Escrito por Juan Carlos González González
コメント